
Ilustración de Joan Batllori i Comas coloreada por Hermes, de Tintas Creativas
¿Conocéis un animal que va haciendo «zum, zum», se alimenta de sangre y muchas veces lo hace cuando estamos durmiendo?… ¿No? Otra pista. Una vez que ha comido la sangre que necesita, te deja en el cuerpo un granito que pica, ¡y pica mucho! Sí, exacto, ¡el mosquito!
Tenéis que saber que si los mosquitos nos molestan y nos importunan con sus picaduras, es culpa… No, no tiene nada que ver con que tengamos más o menos azúcar, sino que….
Hete aquí que hace mucho, mucho tiempo, cuando las ranas tenían pelo y la música aún no existía, que los mosquitos no comían sangre. Se dedicaban a comer néctar como sus parientes a rayas, las abejas, o sus primos lejanos, los colibrís. No probaban sangre de ningún tipo; ¡ni tan siquiera había pasado por su diminuta cabeza hacerlo! Eran felices teniendo lo que tenían y punto.
Era un tiempo en que la convivencia entre especies era pacífica y todos se entendían. La única ley que existía era la ley de la naturaleza. Todo ser vivo sabía que esa ley consistía en comer y ser comido, pero no por ello se guardaban rencor. Cuando los lobos cazaban jabalíes, lo hacían con el más profundo respeto hacia la otra especie y también todo el mundo sabía el valor de las hierbas y de las plantas que les servían de alimento. Pero al cabo de unos cuantos años, llegó al planeta una nueva especie.
Aquella especie andaba sobre dos patas y poseía una gran inteligencia capaz de crear lo que llamaban herramientas. Como habréis podido adivinar, esa especie era el ser humano. Poco a poco, fue adquiriendo la supremacía sobre el resto de los seres vivos, creyéndose mejor y superior al resto del mundo.
Así pues, con el paso del tiempo, fue colonizando todos los hábitats naturales, echando a las especies que habitaban en ellos. Comenzaron con las cuevas, donde vivían los osos y los tejones; luego, se apropiaron de las tierras de pasto de las cabras para edificar sus pueblos. En otros lugares en lugar de quedarse con las tierras, colonizaron los árboles, y echaron de ellos a los pájaros que los habitaban.
Al principio, los animales intentaron sublevarse contra ese ataque indiscriminado de sus lugares de caza y pesca y de sus hogares, pero por mucho que se esforzaban no había forma; el hombre siempre se inventaba alguna de sus llamadas herramientas para hacer frente a los ataques. Así que, unas tras otras, todas las bestias se fueron retirando y se hicieron cada vez más escasas y evasivas.
Esta situación también afectó a los mosquitos, los cuales vivían en las praderas, junto a los gamos y otros animales, disfrutando de las flores, del cielo y de la brisa cálida del verano. Pero con la llegada del ser humano, se vieron relegados a vivir en los pantanos, donde las flores apenas crecían y, muchas veces, la suciedad hacía casi insoportable la vida. Los mosquitos, muy furiosos, se reunieron en comité para encontrar una solución urgente a dicha situación. Pero por mucho que discutían, charlaban y se gritaban unos a otros, no había forma de hallar respuesta alguna a todos sus interrogantes.
Fue en esa época, que un mosquito que estaba revoloteando por uno de los pocos prados que aún quedaban, divisó una flor amarilla preciosa, casi al final de la verde pradera. Al verla, no se lo podía creer, debía de ser la última flor de la temporada, «su néctar será delicioso», pensó el mosquito.
Ya estaba a punto de llegar, cuando apareció un hombre que arrancó la flor para poder olerla. Cuando el mosquito vio esta atrocidad, no pudo contener la ira que había ido creciendo en su interior y se lanzó contra aquel ser que era mil veces más grande que él y, con toda su furia, le clavó en el brazo la trompa que hasta ese momento le había servido para chupar el néctar. Extenuado como estaba y aún con la trompa clavada en el brazo, aspiró profundamente y una bocanada de sangre le entró en la boca.
Justo en ese momento, descubrió el secreto mejor guardado hasta entonces de la naturaleza: los seres humanos eran hijos de las flores, pero ni ellos mismos lo recordaban. Aquella bocanada de sangre que había probado era la cosa más dulce que había saboreado jamás, más que el néctar. Fue entonces cuando decidió ir a hablar con el consejo de sabios de los mosquitos.
Y allí, en medio del pantano, los mosquitos decidieron poner en práctica lo que hasta hoy siguen haciendo: a partir de aquel día, se alimentarían de la sangre de los humanos, y no dejarían de hacerlo hasta que aquellas nuevas bestias no se comportaran con armonía con la naturaleza y los mosquitos y el resto de los animales recuperaran sus posesiones.
FIN
Así que la culpa es nuestra? (Comentario de mi hija tras la lectura)
¡Ay, pobre!, a ver si ahora funda una ONG para salvar a los puñeteros mosquitos 😀 😀 ¡En menudo compromiso te habrá colocado!
Yo si fuera mosquita me pondría las botas xhupando jejeje, y mejor cuando duerma el humano y puedo eelegir la parte del cuerpo que quieraaa,, jejeje feliz semana guapa muackkk
😀 😀 Maribel, ¡¡qué mala eres!! Cuidado dónde picas, que puede ser peligroso 😉
jejejeje, si pero soy sigilosa mi zumbido esta en modo vibración xDD
😀 😀 Esa es una nueva clase de mosquitos, ¡y los hay a millones!
Pues el hombre se podía haber estado quietecito, manda narices la que nos lió!! 🙂
Pues no estaría mal que no se moviera, porque cada vez que da un pequeño paso, tiembla la Luna 😉
¡¡Anda!! ¡¡Lo olvidé por completo!! Es cierto 😀 😀 😀 😀 Entonces quizá también quede algún político correcto… ¡Me has dado en qué pensar!
¡Imposible! Los segundos se extinguieron hace tanto tiempo que los mosquitos ya no tienen memoria de ellos. Pasa como con los dinosaurios, que ni los reconocen en las ilustraciones 😀 😀 😀
¿¿¿Pero que culpa tengo yoooo??? si yo soy mucho buena con la naturaleza jaja. A mi, me acribillan, no sabes como me ponen. Un picotazo y parece que me han dado una paliza,los odio y tu precioso cuento no va a cambiar eso. Muerte a los mosquitos!!! jajaja
😀 😀 😀 ¡Pero señora Jumbo, no diga esas cosas!
Me parece a mí que el cuento de Quim no va a convencer a los que amanecen con el cuerpo como una paella valenciana: llenitos de granos y no precisamente de arroz 😉
Nooooo…. Por quéeeee?. Ahora ya no podré ..ejem, cambiar de plano de existencia a ningún mosquito después de conocer la verdadera historia!. Así que deberé dejar que me piquen como forma de pedirles perdón!…
Nota mental: espero que este remordimiento se me haya pasado al llegar verano.
😀 😀 😀 😀 muy políticamente correcto tú.
Creo que para el próximo martes, con el siguiente cuento, ya habrás superado este momento de arrepentimiento y no deberás esperar un año entero 😉 Dicen que «un cuento saca otro cuento» 😀 😀 😀
Y si hacemos una ensalada de mosquitos 🙂
amo tus cuentos 🙂
😀 😀 😀 practicar la entomofagia la verdad es que no es lo mío, aunque dicen los expertos que comerlos en cantidad cubriría nuestras necesidades diarias de calorías y aminoácidos.
El cuento de este martes lo escribió Quim Fargas, a mí me encantó en cuanto lo leí 😉
Prefiero los vegetales 🙂
😀 😀 ¡Y yo! Donde esté un buen guacamole, que se quiten los mosquitos. Aunque tampoco le diré que no a unas buenas enchiladas, unas fajitas o unos tacos 😉
Tacos mmm comida de dioses 🙂
😀 😀 😀 😀 ¡Uy!… y hablando de dioses… ¡Te dejo! 😀 😀 😀
😀 no sé yo si fueras mosquita qué harías… Conozco un conjuro mágico que podemos probar…
¡A ver! Con los que los hemos maltratado y seguimos maltratándolos… ¿Tú qué harías en su lugar?
lo que me sorprende es que sólo los mosquitos nos ataquen como venganza a lo que hacemos contra la naturaleza (y contra nosotros mismos), creo que cada picadura me recordará esa actitud humana tan repugnante aunque, si pudiera, llegaría con los mosquitos a un pacto de no agresión porque – la verdad – no soporto su compañía… una historia de las que me gustan, adoptando un punto de vista diferente al habitual. ¡Felicidades y muchas gracias!
🙂 ¿Has probado de poner un cartel en casa? «No se admiten mosquitos» 😀 😀 😀
Estaría muy bien que cada vez que uno nos pica recordáramos lo mal que nos comportamos nosotros con la naturaleza 🙂 ¡Un abrazo, Puig!
😀 😀 😀 He imaginado a los mosquitos con su traje de aviador de la Segunda Guerra Mundial en vuelo rasante y preparados para el ataque directo.
La verdad es que no hay cosa que fastidie más que despertare en mitad de la noche y oírlos volando cerca de la oreja. No sé si será leyenda urbana, pero dicen que cuando los oyes es que ya te han picado 😀 😀 😀 😀
Curiosa y original esta historia. Un abrazo Martes
¡Hola, Marisa! 🙂 Espero que no te piquen mucho los mosquitos 😉
Me encantó la historia. Y ahora entiendo por qué a mi no me pican los mosquitos yo siempre quise ser una flor humana jajajaja. No les gusta mi sangre. Y ya puede haber mosquitos y no, que no me pican. Les soy completamente indiferente…
Pero bueno, que el cuento me ha gustado mucho. Mi felicitación. Besos.
😀 😀 😀 Julie, tendrás que explicarnos cómo puede uno convertirse en flor humana para despistarlos. Y si no es mucho preguntar, ¿qué flor eres?… Aunque sospecho que quizás eres guie’tiiki 😉
Te contesto:
Sin huerto ni paraíso
yo soy una flor sin nombre;
ni apellido ni renombre
acreditan mi improviso
silvestre y con lo preciso
a florecer me limito
-mi color es exquisito-
crezco en ribazos de monte
y contemplo el horizonte
sin que me pique un mosquito.
Ya te he dicho que soy una flor sin nombre, con este seudónimo comencé a escribir cuando tenía trece, catorce años, y ahora que me lo has preguntado, me has hecho recordarlo. Ah! Y te puedes convertir en flor humana, para despistar a los mosquitos, volviendo a la infancia o a la adolescencia… O sea, que cuando veas mosquitos, transfórmate en niña y se van, seguro que se van. Anda, prueba. Jajajajaja…
¡Qué bonito, Julie! 🙂 Me recuerda a Angelus Silesius «La rosa es sin porqué, florece porque florece…»
Bueno, la verdad es que no sé si soy o no una flor humana, pero el caso es que son bastante indulgentes conmigo. Cierto es que me pican, pero casi no me dura nada la picadura 😉
Ah! Qué belleza Angelus Silesius… «La belleza abandonada» Eres demasiado buena conmigo al compararme… Aunque te diré que admiro la rosa, sí, soy Géminis es mi flor… Gracias Martes. Un beso, me hiciste reír mucho. Besos.
😉
Precioso cuento.
Y me ha gustado pensar que somos hijos de las flores. Aunque algunos, pues… eso!
Yo, siento decirlo, pero como me fríen a picotazos algún viaje les he metido 😉 😉
pero después de leeros, me da algo de penita.
Besetes…
😀 😀 😀 Creo que todos tenemos algún rastro de sangre en nuestro karma por culpa de un mosquito impertinente. Seguro que hay pruebas de ello en las paredes de más de un dormitorio 😉
Pero es cierto que cuando lees el cuento tiendes a ser más solidaria con ellos 😀 😀
Es que no me lo puedo creer; eso es lo que le explico yo a mi hijo cuando me pregunta por qué pican los mosquitos, por qué pican las abejas, por qué esa escolopendra me ha clavado sus tenazas cuando la he cogido, por qué se van las lagartijas tan rápido cuando me ven….Yo le digo, hijo, si es que nosotros somos muy grandes y encima ésta es su casa, hemos invadido su espacio….así que los pobres se asustan.
Gracias mi martes del alma.
🙂 Con tus palabras inculcas en él un profundo respeto hacia la naturaleza y los seres que en ella habitan. Los humanos somos grandes y, a menudo, insensibles con todo lo que nos rodea y nos creemos con derecho a cualquier cosa. Si entendiéramos que el mundo es un espacio a compartir y que no es solo nuestro, tal vez todos cabríamos más cómodamente en él.
Gracias Natalia por educar personas sensibles 🙂
Creo que los mosquitos también se han desviado de su camino, o a mi no me freirían a picotazos, que soy un pacífico salmón. Jaja
😀 😀 😀 😀 Seguro que los vertidos, la polución, y la mala sangre de la mala gente les ha afectado su naturaleza y han mutado también. ¡¿Cómo pueden picar a un salmón?!… Aunque pensándolo bien… tú no eres un salmón cualquiera, y si te pican mucho es que quizá les estás pasando con tu sangre parte de tus conocimientos… ¡¡Serán mosquitos, pero tontos no son!! 😉
;p
😉
Gracias por traernos aquí este relato soñado.
Abrazos y ¡cuidado con los mosquitos!
Una duda, Isabel, dicen que son, en realidad, las «mosquitas» las que pican. ¿Es cierto eso? 😀
Maravillosa historia!!! Un martes más me llenas de felicidad con moraleja y todo.
🙂 Aunque sea con mosquitos y picaduras por medio, siempre tenemos algo que aprender de la naturaleza.
Muchos abrazos, Toni.
Me acordaré de esta historia cada vez que me pique un mosquito 😀 A lo mejor así no me amargo tanto cuando me despiertan en la noche. (Una vez perseguí a un mosquito por mi habitación gritando: «devuélveme mi sangre»)
😀 😀 😀 Sería para verlo. Y el pobre mosquito con cara de terror escapando de ti, ¡seguro!
Felicidades a Quim por resolver una incógnita más. Un bonito cuento cargado de verdades, desde luego poco es el castigo al que nos someten los mosquitos, verano tras verano, por como hemos tratado la naturaleza. Preciosa la imagen de que venimos de las flores y muy expresiva la ilustración. Saludos a todos los cuenteros!!
Yo los entiendo, nos pican porque somos malos, pero podrían no picar tanto 😀 😀 😀 Un abrazo, Juani
En la web 2.0, a los mosquitos, los llaman tuits 😀
😀 😀 😀 Esos sí que pican de verdad.
Bastante poco nos pican para todo el mal que hemos hecho aunque tampoco discriminan mucho, deberían ir a picar con saña a los que más contaminan, ensucian y destruyen y a los que son ecológicos y cuidadosos dejarlos en paz. Me encanta el dibujo, es genial.
Podríamos intentar parlamentar con ellos a ver si los convencemos y pican más a la mala gente 😉
¡Gracias, gracias, gracias! Ahora entiendo todo, ya sé porqué los mosquitos me adooooran… Tenía yo razón de chiquitina y nadie me creía… Soy Candy Candy la niña de las flores 😀
😀 😀 😀 😀 ¡Acribillada te deben tener! ¡Pobre Gi!
Qué bonito ser hijos de las flores!! Un abrazo.
Pues deberíamos ponernos de acuerdo y poner en marcha el auténtico Flower Power a ver si cambia un poco el mundo y los mosquitos nos dejan de picar 😉
http://thumbs2.ebaystatic.com/d/l225/m/mlQ7qiXjVeM0PyJ6sNzMCgQ.jpg
¡Qué tierna historia! A partir de su lectura ya no diré más aquello de «¡El puto mosquito…!»
Por otra parte me ha encantado esa definición de los seres humanos como «Los hijos de las flores».
😀 😀 😀 ¡No mientas! Seguro que lo seguirás diciendo, pero luego pensarás en el cuento.
Algunos humanos son, ciertamente, «hijos de las flores», otros son… pues eso 😉
es muy ejemplificador el cuento, me gusto, es una linda historia.
Cuando lo leímos en el blog de Quim nos gustó muchísimo, nos alegra que tú también hayas encontrado en él el mensaje que nos transmite 😉
Pues nos picarán de por vida, ya lo veo venir… Hay muchos chupasangres que le hacen la competencia a los mosquitos, y que también andan a dos patas, la verdad es que es una cosa que los humanos saben hacer muy bien. Me ha encantado el cuento. Besitos
🙂 El cuento es de Quim Fargas, y a nosotros también nos encantó cuando lo leímos. Y sin duda es cierto, los chupasangres de dos patas son frecuentes 😉