
Ilustración: Oscar Scotellaro
El día siguiente sería Navidad y, mientras los tres se dirigían a la estación de naves espaciales, el padre y la madre estaban preocupados. Era el primer vuelo que el niño realizaría por el espacio, su primer viaje en cohete, y deseaban que fuera lo más agradable posible. Cuando en la aduana los obligaron a dejar el regalo porque excedía el peso máximo por pocos gramos, al igual que el arbolito con sus hermosas velas blancas, sintieron que les quitaban la fiesta y el cariño.
El niño los esperaba en la terminal. Cuando estos llegaron, murmuraban algo contra los oficiales interplanetarios.
—¿Qué haremos?
—Nada, ¿qué podemos hacer?
—¡Qué reglamentos absurdos!
—¡Con tanta ilusión que le hacía el árbol!
La sirena aulló, y los pasajeros se apresuraron hacia el cohete de Marte. La madre y el padre fueron los últimos en entrar. El niño iba entre ellos, pálido y silencioso.
—Ya se me ocurrirá algo —dijo el padre.
—¿Qué…? —preguntó el niño.
Y el cohete despegó y se lanzó hacia arriba, al espacio oscuro.
Lanzó una estela de fuego y dejó atrás la Tierra, un 24 de diciembre de 2052, para dirigirse a un lugar donde no había tiempo, donde no había meses, ni años, ni horas. Los pasajeros durmieron durante el resto del primer «día». Cerca de medianoche, hora terráquea según sus relojes neoyorquinos, el niño despertó y dijo:
—Quiero mirar por el ojo de buey.
Había un único ojo de buey, una “ventana” bastante amplia, de vidrio tremendamente grueso, en la cubierta superior.
—Todavía no —dijo el padre—. Te llevaré más tarde.
—Quiero ver dónde estamos y adónde vamos.
—Quiero que esperes por un motivo —dijo el padre.
El padre había estado despierto, dando vueltas de un lado a otro, pensando en el regalo abandonado, el problema de la fiesta y el árbol perdido con sus velas blancas. Al fin, se había sentado hacía cinco minutos, creyó haber dado con una idea que, si daba resultado, haría que el viaje fuera feliz y maravilloso.
—Hijo —dijo—, dentro de media hora será Navidad.
—¡Oh! —dijo la madre, consternada; había esperado que de algún modo el niño lo olvidaría.
El rostro del pequeño se iluminó; le temblaron los labios.
—Sí, ya lo sé. ¿Tendré un regalo? ¿Tendré un árbol? Me lo prometisteis…
—Sí, sí. todo eso y mucho más —dijo el padre.
—Pero… —empezó a decir la madre.
—Sí —dijo el padre—. Sí, de veras. Todo eso y más, mucho más. Perdón, un momento. Vuelvo enseguida.
Los dejó solos unos veinte minutos. Cuando regresó, sonreía.
—Ya es casi la hora.
—¿Me dejas tu reloj? —preguntó el niño.
El padre le alargó su reloj y el niño lo sostuvo entre los dedos mientras el tiempo que faltaba se extinguía en el fuego, el silencio y el imperceptible movimiento del cohete.
—¡Navidad! ¡Ya es Navidad! ¿Dónde está mi regalo?
—Ven, vamos a verlo —dijo el padre, y tomó al niño de la mano.
Salieron de la cabina, cruzaron el pasillo y subieron por una rampa. La madre los seguía.
—No entiendo.
—Ya lo entenderás —dijo el padre—. Hemos llegado.
Se detuvieron frente a una puerta cerrada de una cabina. El padre llamó tres veces y luego dos, empleando un código. La puerta se abrió, llegó luz desde la cabina, y se oyó un murmullo de voces.
—Entra, hijo.
—Está oscuro.
—Te llevaré de la mano. Entra, mamá.
Entraron en el cuarto y la puerta se cerró; el cuarto estaba, en verdad, muy oscuro. Ante ellos se abría un inmenso ojo de vidrio, el ojo de buey, una ventana de metro y medio de alto por dos de ancho, por la cual podían ver el espacio.
El niño se quedó sin aliento.
Detrás, el padre y la madre contemplaron mudos el espectáculo, y entonces, en la oscuridad del cuarto, varias personas se pusieron a cantar.
—Feliz Navidad, hijo —dijo el padre.
Resonaron los viejos y familiares villancicos; el niño avanzó lentamente y aplastó la nariz contra el frío vidrio del ojo de buey. Y allí se quedó largo rato, simplemente mirando el espacio, la noche profunda y el resplandor, el resplandor de cien mil millones de maravillosas velas blancas.
FIN
Qué bonitoooo!!! A mi nena le ha encantado y me ha dicho:
-leeme otro…
🙂 ¡Me encantan los jóvenes grandes lectores que nunca tienen bastante! ¡Dale un besete de nuestra parte!
Me vas a perdonar pero me he perdido completamente.. es la continuación de otro cuento? Creo que hoy estoy espesisima 🙁
🙂 Es un cuento por sí mismo y tú tienes que «llenar» todo lo que falta en la historia (antes y después del momento clave), lo que según qué días es muy y muy complicado, así que no te preocupes, porque seguro que lo lees otro día y lo ves meridianamente claro.
Bradbury tiene cuentos muy buenos, pero no cada día somos receptivos a sus metáforas 😉 ¡Un beso!
¡Hola, Aquileana! Un placer leerte. Un relato genial de un autor genial. ¡Felices fiestas para ti también! 😉
A veces menos, es más.
Un abrazote y gracia por compartirlo,, 😉
🙂 ¡Seguro que sí, Ana! Gracias a ti por visitarnos 😉
¡Qué padre más listo!, cómo supo el hombre usar su única baza. Admirar las estrellas en una noche oscura es maravilloso, te hace sentir que formas parte del universo. Te quedas embelesada mirando las estrellas, como cuando miras el fuego de una chimenea. La naturaleza siempre hipnotiza.
Me ha encantado el cuento.
La lástima es que según en el lugar en el que vives es difícil verlas 🙁
¡Un abrazo, Sensi!
Muy lindo, lo leí con mi niño y nos gustó mucho. Felicidades y muchas gracias.!!
Gracias a vosotros por visitar Isla Imaginada y leer los cuentos. Y, sobre todo, gracias a ti por hacer de tu hijo un futuro lector 😉
¡Un abrazo bien grande, Isela!
Bueno, este sí que es un cuento super estelar y dinámico, ujfff nada menos que pasar la Navidad en el espacio. Y no tardando tanto, como para esa fecha yo ya
no sé si estaré por acá o por allá, pues si estoy por allá me iré a darme un paseo por Marte y le llevaré al niño ese regalo que excedía de peso… ¿Dónde lo habrán dejado en la aduana? ¿Tirarán los regalos a la papelera? Yo creo que algún ángel tendrá que recogerlos para cuando el tiempo ya no sea tiempo y podamos encontrarlos de nuevo. Mientras tanto pensemos en esos regalos tan grandes de nuestro presente como es mirar al cielo y descubrir una nueva estrella…
Me ha gustado mucho, Martes.
Te diré que Carmen me dijo que está haciendo un dibujo y un cuento para vosotros. Que cuando lo termine os lo enviará.
Yo sólo os doy el recado. Besos.
🙂 ¡¡Inexplicablemente, Julie, se me paso tu precioso comentario!! Ante todo, perdona el retraso en la contestación. Muchas gracias por estar siempre cerca y gracias por ese recado de parte de Carmen . ¡¡Esperamos su relato con impaciencia!! Millones de besos… ¡¡tantos como estrellas!!
Jajajaja, no te preocupes, Carmen estos días está super ocupada, pero ya se lo recordé y me dijo que no se ha olvidado… Jajajaja, a ver qué hace. Te lo mando tan pronto lo tenga. Te mando un fuerte abrazo y Feliz Año, amiga. Besos.
No hay prisa ninguna. Estos días son para todos de prisas, preparaciones y poco tiempo. ¡Un abrazo!
Gracias. Besos. Feliz año de cuento!!!
😉
Que bonito!! Eso te demuestra que a los niños no les hace falta tantas cosas materiales para disfrutar de la Navidad. Ese momento para él fue único.
Tienes razón, los niños están contentos con muy poca cosa, aunque nos empeñamos en ahogarlos con cosas materiales. ¡Gracias por comentar, Mercè! 🙂
¿Qué no hará un padre para complacer a su hijo? Y no una sino todas las velas posibles luciendo para él. Me recuerda las noches de un tiempo en que parecía que las velas se podían coger con las manos.
Gracias por este bonito cuento.
Lástima que en algunos lugares los hombres han soplado para apagar esas velas y no podemos disfrutar de esa preciosa luz ;(
¡Gracias a ti, querida Madame!
Ese ha sido, desde que era pequeño, uno de mis deseos!. Algún día…..
¡Algún día! ¡Seguro que sí! 😉
¡Gloan! Perdona no me he fijado bien en el avatar, ¡no volverá a ocurrir! 😉 La noche de Reyes este año cae en martes, así que antes de ir a dormir te aconsejo que leas el cuento, porque siempre hemos creído que había tres Reyes, pero… 😉
ohhh muchas gracias mariposa es todo un placer para mi que te gusten, a disfrutarlas con una buena lectura xDD
🙂 ¡¡Muchos besos, Maribel!!
Genial, Martes. Súper emotivo. ¡Quiero volver a ser niña!
Sin duda, hay una parte de ti que lo es. Es la que sale al jugar con tu peque, al leer cuentos, al elegir juguetes… ¡Un abrazo!
Que bonita es la inocencia y que padre mas maravilloso que no se rindió por hacer feliz a su hijo. ufff que saco el pañuelo.
Muchas Gracias por compartir cada una de las recetas deliciosas que aparecen en tu blog.
🙂 Nos encanta traer cuentos con el poder de emocionar, Maribel. ¡Ese es el objetivo de la literatura! Hacer que las personas desconecten un poco de la realidad para tener sensaciones nuevas al leer. ¡Un abrazo!
Tierno, cálido y con mucho sentimiento. Un cuento muy especial en las fechas que estamos. Muchas gracias!
🙂 Aún quedan unos cuantos cuentos navideños, Toni 🙂 Es lo que toca en estas fechas. Esperamos que en cada uno encontréis un poco de ternura. ¡Un abrazo!
Muchisimas gracias Martes, un precioso regalo, lo compartire en facebook, para difundir aun mas este sitio
Mil gracias
Esta teniendo un gran exito Martes
Gracias, Edda, es una gran ayuda la difusión en FB, porque nosotros no tenemos perfil allí, pero reconocemos que, hoy por hoy, es la red más potente de todas. Apreciamos mucho tu ayuda, es un gran regalo de Navidad 😉
Muchas gracias, Edda, por hacer volar lejos nuestros cuentos. ¡Mil gracias a ti!
Qué cuento más delicioso! Casi me ha salido una lágrima. Es precioso ofrecer a los niños algo tan maravilloso como la visión de la naturaleza. Seguro que siempre recordó esa imagen navideña.
Besetes cariñosos, Martes.
Es verdad, María, seguro que ese recuerdo lo acompañó el resto de sus días. Hay regalos que no son materiales, pero nos calan muy hondo 🙂
Reblogueó esto en Acuarela de palabrasy comentado:
Martes de Cuento nos eligió uno de Ray Bradbury, ideal para sintonizar con los sentimientos que rodean la Navidad…
Muchas gracias por hacer volar nuestros cuentos 🙂
Me sacó una lagrimita 🙂 estupenda la historia. Me puse muy emotivo. Hay más de una persona con la que voy a compartir esta historia. Gracias Martes
Espero que a esa persona le guste tanto como a ti 😉 ¡Un abrazo!
😀 abrazos
Precioso, preciosísimo, dónde estén las estrellas que se quiten todas las luces artificiales de la Navidad.
🙂 Sí, lástima que en las granes ciudades ya casi ni se ven. Parece como si alguien las hubiera apagado. ¡Un abrazo, Eva!
Preciós… Quina imatge més bonica considerar l’espai com l’arbre de Nadal més gran!! M’encanta!!!
🙂 Mirant les estrelles, no cal posar llums. És una imatge preciosa. Llàstima que en alguns llocs sembla que les estrelles ja no brillen; (
Me he imaginado ser yo ese niño que viaja por el espacio y lo que para él suponía la Navidad, y sentí su inquietud y tristeza, y aunque al final del cuento parece que todo acaba muy idílicamente, al niño se le hizo pequeño la magnitud del universo.
Muchas gracias y un abrazo.
Creo que el asombro de ese niño ante el universo es común al sentimiento que experimentamos muchos de nosotros al contemplar lo infinito.
¡Un abrazo, Isabel!
El regalo más hermoso: ofrecerle a un niño la contemplación de la inmensidad, eliminar las fronteras, ofrecerle un mundo para soñar….Magnífico, Martes. Éste me ha llegado al alma. Besitos!!!
🙂 Los buenos cuentos llegan al alma y este es precioso. ¡Un abrazo, Natalia!
Que regalo más hermoso!!!! Todas las estrellas brillando para todos cada noche. No podemos pedir más!!! Me ha encantado el relato y la ilustración. Saludos!!
Gracias, Juani. Con este cuento inauguramos la época navideña, tan especial para los más pequeños 😉
¡Abrazos!
Qué felices nos hacen las cosas inmateriales, las que nos hacen sentir, y cuánto nos empeñamos en intentar conseguir las materiales, que suelen pasar por nosotros sin pena ni gloria… Un cuento precioso. Besitos
Es verdad eso que dices. Si nos paramos a pensar lo que de verdad nos arranca una sonrisa y lo que permanece más en nuestro recuerdo a lo largo de la vida son, precisamente, cosas inmateriales. Pero somos humanos y pasamos el poseer al ser. ¡Quizá algún día aprenderemos!
La respuesta a todo es siempre el Universo. Lo que pasa es que no somos capaces de elaborar preguntas que estén a su altura.
Todavía no hemos aprendido a escuchar a la Tierra, que está tan cerca de nosotros, así que para preguntar a algo tan lejano aún queda mucho. Pero seguro que lo conseguiremos algún día 😉
La Tierra y nosotros mismos también somos el Universo.
Claro, formamos un todo inseparable y si algo va mal en algún rincón, todos vamos mal, pero, de momento, parece que somos incapaces de comprenderlo 😉
Muchísimas Gracias
Precioso cuento. Muy hermoso, ilustración incluída
Sí que es bonito. La ilustración es especial, Oscar Scotellaro ha tenido la amabilidad de permitirnos utilizarla en este cuento.
De nada 😉
Que preciosidad de cuento de Navidad… Me encantó.
🙂 No en vano es de un gran escritor y se nota. Gran Ray Bradbury.
Precioso, no hay duda.
🙂
Me lo leo esta noche 😉
🙂 Un buen momento de lectura, con la luz de las estrellas. ¡Un abrazo!