
Ilustración: Vilhelm Pedersen
Un trompo y una pelota estaban en la caja junto a los demás juguetes y el trompo le dijo a la pelota:
—¿Por qué no nos hacemos novios, ya que estamos juntos en la caja?
Pero la pelota, que estaba hecha del más fino tafilete marroquí y se daba aires de damisela, ni se dignó contestar a semejante proposición.
Al día siguiente, el niño al que pertenecían los juguetes pintó el trompo de rojo y amarillo y le clavó un clavo de latón en su centro. Al girar, el trompo resultaba verdaderamente atractivo de esta guisa.
—¡Mírame! —le dijo a la pelota—. ¿Qué me dices ahora? ¿Nos hacemos novios? Estamos hechos el uno para el otro. Tú saltas y yo bailo. ¡Nadie puede ser más feliz que nosotros!
—¿Eso crees? —repuso la pelota— ¡Tú no te das cuenta de que mi padre y mi madre fueron pantuflos de tafilete y de que yo llevo corcho en el cuerpo!
—Ya, ¡pero yo estoy hecho de madera de caoba! —respondió el trompo—. Fue el mismísimo alcalde el que me torneó. Tiene un torno y disfrutó mucho dándome forma.
—¿No pretenderás que me crea eso? —interrogó la pelota.
—¡Qué jamás me vuelvan a hacer bailar si miento! —respondió el trompo.
—Labia tienes —dijo la pelota—; sin embargo, no es posible. Estoy, como quien dice, medio prometida con una golondrina. Cada vez que salto en el aire, asoma la cabeza desde el nido y me dice: «¿Quieres?», en mi fuero interno yo ya le he dicho que sí, y eso vale tanto como medio compromiso. Pero aprecio tus sentimientos y te prometo que jamás me olvidaré de ti.
—¡Menudo consuelo! —exclamó el trompo, y dejaron de hablarse.
Al día siguiente, el niño sacó la pelota del cajón. El trompo vio cómo se elevaba por los aires, igual que un pájaro; tan alto, que casi ni la distinguía. Siempre regresaba, pero al tocar el suelo volvía a saltar de nuevo, sería porque su cuerpo era de corcho o por afán de contemplar el nido de la golondrina. A la novena vez, la pelota desapareció y ya no volvió. Por más que el niño la buscó y la rebuscó, no pudo dar con ella y perdida se quedó.
—¡Yo sé dónde está! —suspiró el trompo—. ¡En el nido de la golondrina! ¡Se ha casado con ella!
Cuanto más pensaba el trompo en ello, tanto más enamorado se sentía de la pelota. Precisamente porque no había forma de conseguirla, su amor crecía y el hecho de que ella hubiera aceptado otro amor era lo que la hacía tan especial. Y el trompo, mientras bailaba y zumbaba, no dejaba de pensar en la pelota, y en su imaginación se volvía cada vez más hermosa. Así pasaron muchos años, hasta que aquello se convirtió en un viejo amor.
El trompo ya no era joven. Pero un buen día, lo doraron de nuevo de arriba a abajo. ¡Nunca había tenido un aspecto tan estupendo! Ahora era un trompo de oro, y saltaba y brincaba sin parar. ¡Qué fantástico! De pronto, en uno de los saltos fue demasiado alto y… ¡se esfumó!
Lo buscaron por todas partes, incluso en el sótano, pero no apareció. ¿Dónde estaría?
Había saltado hasta el cubo de la basura, donde se mezclaban toda clase de desperdicios: tronchos de col, barreduras y escombros caídos del canalón.
—¡A buen sitio he ido a parar! ¡Perderé todo el dorado! ¡Y vaya gentuza que hay a mi alrededor!
Y miró con recelo a un troncho de col al que ya no le quedaba ni una sola hoja, y luego a un extraño objeto redondo, parecido a una manzana pasada. Pero no era una manzana, sino una vieja pelota, que se había estado varios años en el canalón empapándose de agua.
—¡Gracias al cielo que ha venido uno de mi clase y por fin tendré alguien con quien hablar! —dijo la pelota al ver al trompo dorado—. Porque, tal y como me ves, soy del más fino tafilete marroquí, me cosió a mano una artesana y en el cuerpo llevo corcho, ¡aunque aquí nadie sabe apreciarme! Estaba a punto de casarme con una golondrina, cuando caí en el canalón, y en él me he pasado cinco años. ¡Hinchándome con la lluvia! Y créeme, ¡eso es mucho tiempo para una dama de buena familia como yo!
El trompo nada decía; pensaba en su viejo amor, y, cuanto más oía hablar a la pelota, más se convencía de que se trataba de ella.
Justo en ese momento, salió la criada para vaciar la basura.
—¡Anda!, ¡pero si está aquí el trompo dorado! —exclamó.
El trompo regresó a la habitación con todos los honores, pero de la pelota nunca más se supo. El trompo jamás volvió a mencionar a su viejo amor.
Estas son las cosas que pasan cuando el ser al que amas se pasa cinco años en un canalón y se queda empapado. Después, ni siquiera lo reconoces cuando te lo encuentras entre la basura.
FIN
fenomenal fábula! 🙂
🙂 Sin duda. A nosotros también nos encanta. Pero claro, no podía ser de otro modo siendo su autor Andersen 😉 ¡Gracias por visitarnos!
Jajaja he de admitir que me gusta el cuento entero…que le den a la presumida pelota, hombre ya!
😀 😀 La pelota sigue creyendo que es especial hasta el final. A mí hasta me da un poco de pena.
Estas cosas suelen pasar. Los recuerdos los idealizamos tanto que luego cuando los traemos a nuestro presente, ya casi ni los reconocemos.
Pero… es tan bonito adornar esos recuerdos!!!
Besetes de sábado, Martes.
Sin los recuerdos no seríamos nosotros 🙂 Nos vamos formando con las vivencias y con los recuerdos que de ellas tenemos. ¡Un abrazo, María!
Amigos he aquí mi nominación para ustedes https://poetasnuevos.wordpress.com/2016/05/11/infinity-dreams-award/
¡Muchísimas gracias por acordarte de este rincón de cuentos! 🙂
No me esperaba que el cuento fuera de Andersen, aunque después de saberlo me ha recordado al soldadito de plomo.
El trompo idealizó tanto ese amor, que ya no se correspondía con la realidad. Suele pasar, los recuerdos convierten una buena experiencia en extraordinaria.
Pues es verdad que tiene un aire 🙂 Andersen y sus amores imposibles.
Y sí, los recuerdos magnifican. ¿Será por eso que nos gusta tanto relatar las cosas? 😉
Esto de los recuerdos me ha hecho pensar en una quedada que fue genial, pero que el tiempo está convirtiendo en extraordinaria. No pienso tener tan mala memoria como la peonza cuando nuestros caminos se vuelvan a cruzar.
😀 😀 ¡¡Fue extraorinariamente genial!! Cuando volvamos a vernos no seremos manzanas pasadas, sino trompos dorados y preciosos 😀
Impresionante, como siempre. Lo que duelen los amores y lo iguales que somos todos, sin pretensiones. ¡Un saludo!
🙂 Los amores que hacemos grandes en la imaginación. La verdad es que siempre y en todas partes hay cosas que no cambian.
Uff buena bofetada!! Jajaja. Fenómeno cuento!! Besos
🙂 Un tortazo en toda regla contra la realidad. ¡Un abrazo, Carmen!
Dicen haber visto a la pelota cerca d Juneau, comprando víveres en una tienda de ultramarinos.
😀 😀 Espero que haya comprado también una bufandita.
Me ha venido a la memoria la letra de una canción «Cómo han pasado los años, las vueltas que dió la vida» Es mejor un bonito recuerdo que una triste realidad. Saludos cuenteros.
🙂 Los recuerdos son como pequeños tesoros que guardamos en los bolsillos del alma y hay que conservarlos a buen recaudo para recuperarlos y mirarlos cuando los excesos de realidad duelen demasiado 🙂 Yo tengo hermosos recuerdos en los que estás tú. ¡Gracias por ellos, querida amiga de la infancia!
Es maravilloso compartir los recuerdos de infancia. En verdad están en un rincón del corazón y salen de vez en cuando a alegrarnos las campanillas. Un abrazo amiga mia!!!
🙂
¡Carramba con tu cuento! Es un zass en toda la boca. Pura realidad. A veces lo que nos enamora no es lo que nos gusta o al revés.
Un beso.
😉 En eso de los amores ya sabes lo que dicen «Hay ojos que se enamoran de legañas» 😀 😀 Nos parecen lo mejor del universo, pero luego viene la realidad y nos muestra la otra cara.
Felicitaciones ! es asi,sufrimos tanto a veces por un amor que pasados cinco años, no podemos recordar ni el nombre…gracias , comparto en mi muro
¡Ay!, los amores que son eternos mientras duran. Creemos que no podremos vivir sin ellos y después, como tu dices, ni el nombre recordamos.
Precioso cuento e ilustración, sin duda
🙂 Andersen y Pedersen, dos artistas que unieron sus talentos. Sin duda, colaborar da grandes frutos.
Es algo triste pero como la vida misma. Si que el trompo triunfa pero la pelota….aimssss la pelota
En fin…casos de estos a porrillo.
Un abrazo
😀 No estés triste, Ana. La pelota a su bola 😀 😀 Ella sigue viviendo en su mundo de ensueño.No parece triste en exceso, quizá solo un poco nostálgica! ¡Un abrazo!
Un martes más, me ha encantado! Muchas gracias por alegrarnos la vida.
🙂 Es un intercambio de alegrías, Toni. Soy feliz buscando y mimando cuentos para vosotros, que los recibís como una fiesta.
Hay cosas que deben ser inherentes al ser humano con independencia de la época que nos haya tocado vivir, y esto de los amores imposibles es tan universal que no ha cambiado un ápice. Nada como mantenerse lejos del sujeto adorado, vaya a ser que, al acercarnos de verdad, se nos caiga el mito.
Cierto. Hay sentimientos, actitudes, vivencias… a las cuales el tiempo no se atreve a tocar. Quizá cambian las formas, pero no el fondo.
Esos primeros amores, por los que crees que morirás y se hacen grandes en la mente. Esos que dejan una mancha mágica sobre el corazón, son espejismos si al cabo de un tiempo te topas de frente con ellos 🙂 La realidad es un potente «saca magias».
Delicioso cuento, lo he disfrutado mucho, y sin duda, tiene que ver con nuestras realidades, amores que se dejan por el camino, momentos vividos, a veces la arrogancia de creernos más que otros, el destino, el abandono, la buena y la mala suerte, el rechazo, tantas cosas de las que habla este cuento… Bueno, aquí le dejo mi décima, al final termino con una expresión muy mexicana: «ni modo», como diciendo, ya no se puede evitar, así fue. Me encanta también el vocabulario que has empleado, el mundo de los juguetes… la deliciosa imaginación de los juegos…
Un abrazo. Felicitaciones siempre.
Porque somos diferentes
porque nos creemos dioses;
recreamos los adioses
con desprecio a lo que sientes.
Y son los años siguientes
que nos dan cuenta de todo,
lloramos en un recodo
y el encuentro nos acosa,
golondrina, mariposa
de aquel Amor, ya… ni modo.
JS
Un cuento con múltiples lecturas que tú eres capaz de ver y entender. Y eso ocurre porque a medida que vivimos vamos sumando significados y la pelota, entonces, es algo más que una pelota, y el trompo es algo más que un trompo.
Me gusta esa expresión, que reconozco que jamás había oído.
Gracias por tu reflexión en forma de poema; un broche de oro a los cuentos del martes 🙂 ¡Un gran abrazo, amiga!
De acuerdo con «martes de cuento», tu décima es un broche de oro.
Muchas gracias a las dos por tanto arte.
Gracias a las dos por tenerme en tan alta estima… ¿A cómo se cotiza el oro ahora? Hummm!!! :))) Gracias amigas.
😀 😀 Hay cosas que el oro no puede pagar, ya sabes y tú vales más que él. Si no lo has hecho, cuando tengas tiempo y ganas, lee este cuento: «La moneda de la felicidad«.
🙂
Precioso! El lenguaje de los juguetes me ha encantado, y el mensaje de su corazón también. Un abrazo.
🙂 Andersen son palabras mayores. En sus cuentos consigue dar vida y conferir personalidad a los más variados objetos. ¡Un maestro como pocos!
Me parece un relato precioso, me encanta cuando se hablan los juguetes, cuando sus corazoncitos se manifiestan y uno comprueba que son iguales que los de las personas, o quizá seamos las personas las tengamos corazones de juguete… de ahí la importante moraleja.
Como cada martes, muchas gracias por despertarnos con tus magníficos cuentos.
Un gran abrazo.
🙂 Me gusta muchísimo esa reflexión, Isabel, «corazones de juguete»…
Espero que el próximo martes tu despertar sea doblemente agradable 🙂 ¡Tendremos un magnífico cuento de una magnífica amiga! Besos y feliz semana.
No sé por qué pero mi corazón de juguete se ha puesto a girar como un carrusel al son de la música de las ilusiones.
¡Muchas gracias!
🙂 Atenta, sobre todo, a la ilustración. Tuve que pedir permiso a su autora (que me concedió amablemente). Pero tenía que ser esa y, casualidades de la vida, encontré un gif que ni hecho a medida. Cuando las cosas encajan, es una gozada. No sé si estoy yo más impaciente que tú esperando el martes y esperando a que veas cómo ha quedado todo 🙂
Estoy plenamente segura de tu buen hacer ¿cómo no estar atenta?
Feliz martes, Amiga.
🙂 Quizá no será perfecto, pero estará lleno de cariño y espero que sea eso lo que percibas.
Eso suele pasar, idealizamos a los antiguos amores y si por casualidad nos los volvemos a encontrar, qué desilusión, nada que ver con lo habíamos imaginado. Es precioso el cuento.
🙂 Solemos ser selectivos con los recuerdos. ¡A saber si la protagonista de tu relato, «Pepe», no vería también una pelota estropeada si volviera a toparse con él.
Se topó y la pelota estaba en su cabeza (calva por completo) Gracias por enlazar.
😀 😀 ¡Qué duro debió ser! Pepe bola de billar. Hay cosas que no deberían perder la pátina dorada que pone el recuerdo sobre ellos 🙂
Ahora lo llaman caer en el spam de un blog…
😀 Yo he pasado por esa terrible experiencia en un blog amigo. Por fortuna, me rescataron.
Pobre pelota, ese cuento parece la catarsis de alguien quien triunfó en la vida luego de un desamor (casos habrá muchos) 😀 Feliz martes de cuento 🙂
Ya sabes, la historia la escriben los vencedores 😉
😀 jajajajaja cierto es 😉
Al menos antes de Internet 😉
😀