No podéis ni imaginar la de cosas maravillosas que se esconden bajo un sofá. Solo hay que ser lo bastante valiente para alargar el brazo y no hacer ascos a lo que podáis encontrar.
Irene tiene una caja llena de tesoros encontrados bajo el sofá: una punta de lápiz de color verde manzana, un encendedor que no funciona, tres tapones de bolígrafo medio roídos y un alfiler.
Hace unos días, también encontró dos pelusas de Miula. Estaban pegadas al trocito de mortadela que se le cayó mientras merendaba. Pero las pelusas no las guardó.
Después de la limpieza del domingo, en casa no se encuentran demasiados tesoros bajo el sofá y, por eso, hoy Irene ha tenido que poner los dos brazos bajo la butaca. Se ha estirado cual larga es y casi se habría colado por el agujero a ras del suelo si su madre no la hubiera enganchado por los pies como quien atrapa una lagartija.
Pero la «lagartija» lleva el puño bien cerrado y una sonrisa de oreja a oreja. «Esta vez he pescado algo grande», piensa, y abre la mano delante de su madre muy orgullosa.
—¿Aún has encontrado porquerías? —le ha dicho mamá—Anda, dame que lo tiro.
Irene ha huido de las «garras todolotiran» de mamá.
—Pero, ¿qué dices? ¡¿Una porquería?! —grita indignada—. Pero, si es el cuadro más chiquito y bonito que he visto en toda mi vida. Una obra de arte en miniatura. ¡Y qué colores! Esto lo tiene que ver papá…
Lo encuentra doblando la colada y bostezando.
—Papá, ¿verdad que esto es un tesoro de un valor que no se puede ni contar?
—Será «de valor incalculable», Irene…—la corrige su padre.
—¡Eso! ¡Un tesoro de valor incalculable! —sonríe ella satisfecha— ¡Si ya sabía yo que tenía razón!
Segura de que Marcos se morirá de envidia, corre a la habitación de su hermano. La puerta está cerrada —para variar— y ella grita para hacerse oír:
—¡Marcos, mira que he encontrado!, ¡soy rica!
—Sí, lo más seguro —contesta su hermano desde dentro.
—¡Te lo prometo! Abre y verás…
Marcos abre la puerta solo a medias y estira la mano. Irene duda, pero, finalmente, le alarga su tesoro de valor incalculable.
—¿Esto? ¡Esto ya no vale para nada, pedazo de chorlito! Ahora hay ordenadores —se burla Marcos y le devuelve su tesoro.
Cabizbaja sale al jardín. Al otro lado de la valla está la vecina, Josefina, que le pellizca cariñosamente la mejilla.
—¿Qué te pasa, Irene, preciosa? Tienes una cara de pescado hervido que asusta.
—Es que Marcos dice que esto no vale para nada —Y le enseña su tesoro de valor incalculable, que ya no tiene ningún valor.
La vecina lo mira y, de repente, es ella la que pone ojos de pescado hervido. Y le cuenta no sé qué de un antiguo novio, que siempre le escribía y perfumaba las cartas. Cartas larguísimas llenas de «terroncitos de azúcar», de «miradas de caramelo», de «besos de café con leche», de «caricias de miel»…
Irene, empachada, se marcha a dar una vuelta. ¡Ahora sí que ya no entiende nada! Su tesoro de valor incalculable, que ya no vale para nada, resulta que es más dulce que una piruleta de pastel de chocolate blanco. ¡Ecs!
—¿Qué llevas en la mano, Irene? —pregunta Pedro, el cartero.
—No mucho. Un tesoro de valor incalculable, que ya no vale para nada y que es más dulce que una piruleta de pastel de chocolate blanco.
—¿Me lo dejas ver? —pide curioso Pedro.
Irene abre la mano, ya sin muchas esperanzas. Pedro sonríe. Sonríe tanto, que su boca parece un buzón boquiabierto.
—¡Caramba, Irene! ¡Pero si esto es una varita mágica!, ¡un pozo de los deseos!, ¡la lámpara de Aladino! ¡Qué hallazgo!
Irene lo mira dubitativa, pero Pedro, muy serio, le explica que aquel cuadradito tan pequeño es un teléfono directo que la comunicará con su hada madrina, pero que solo él es capaz de hacerlo funcionar, así que se lo tendrá que dar. Y entonces le pregunta quién es su hada madrina.
—Hombre, hada, hada no sé si es, pero mi madrina es la abuela Mercedes, la que vive en el pueblo —le aclara Irene.
—¡Ah!, ya sé. Vamos bien. Y ahora el deseo. Toma, escribe lo que más te gustaría tener en el mundo en este papel…
Al cabo de cinco días, suena el timbre. Irene sale volando, directa hacia la entrada.
—¡Ya abro yo! ¡Ya abro yo!
—Antes pregunta quién es —dice la madre.
Pero ya es demasiado tarde, Irene ha abierto la puerta y encuentra a la abuela Mercedes plantada en el jardín. De su mano, cuelgan unas riendas y las riendas tiran de un caballo que lleva un gran lazo en la cola.
—¡Es mi deseo, es mi deseo! —grita sin parar Irene mientras brinca.
Miula, mamá, papá y Marcos, al oír sus gritos, se asoman para ver qué ocurre y se encuentran a Irene y a la abuela en el porche, sentadas en el viejo balancín. Además del caballo, la abuela le ha llevado otra sorpresa: una cajita llena a rebosar de sellos de correo.
—¡Oh!, son todos como el tesoro que encontré bajo el sofá—Se maravilla Irene.
—Sí —sonríe la abuela Mercedes— Son tesoros. Y valen tanto como tú los quieras hacer valer.
Y mientras acaricia su cabeza le dice:
—Escríbeme a menudo, linda, y cuéntame todos tus deseos.
FIN
Me parece un cuento muy original. Además las expresiones actuales. El tono cómico. Lo hacen u cuento precioso.
Gracias por tu comentario. A nosotros también nos parece que es un cuento precioso y que su autora ha sabido transmitir gran frescura en su relato. ¡Gracias por comentar, Ruth!
Qué tierno! Yo es que soy de no tirar nada, así está mi trastero, que el día menos pensado revienta, je je je. Y con mis niños por ahí siempre encuentro de todo en cajones, canastos, muebles, cojines… Irene sería feliz en mi casa. Besitos
Tú casa debe ser el paraíso de los tesoros. al abrir cualquier cajón puedes encontrarte sorpresas 🙂 Cuando eres niño vivir en una casa así es lo mejor que te puede ocurrir 🙂
Precioso y encantador!! Mi felicitación para la Autora. Un abrazo.
🙂 Gracias, Carmen, se la haremos llegar de tu parte 🙂 Un gran abrazo.
Precioso cuento para reflexionar sobre esos tesoros que no tienen precio. . Hoy que se tiende a desprenderse de todo y solo valorar lo inmediato, lo último. Un beso grande, querida amiga
🙂 Estoy de acuerdo contigo, Felicitas. Creo que este cuento nos invita a recuperar valores un poco olvidados por culpa de la filosofía actual del «usar y tirar» y la prisa . Deberíamos frenar un poco y valorar las pequeñas cosa. Gracias por leer el cuento y comentarlo ¡Un abrazo! 🙂
¡Cuánto tiempo hacía que no venía a leer los cuentos de martes y lo echaba de menos!. Me ha encantado, un cuento con mucha dulzura y con un tesoro misterioso que te tiene en suspense hasta el final. A mi también me gustaba guardar tesoros, en mi casa los podías encontrar en cualquier parte, no solo en el sofá. Todavía conservo algunos cajones con mis tesoros en casa de mis padres y disfruto viéndolos. Mi colección de tickets del autobús, cromos, dibujos, un trozo de piedra y mil cosas más. No se si sería capaz de tirarlos. Creo que algunos llaman a eso «acumular». En fin martes, espero ir viendo todas tus novedades poco a poco. Un beso muy grande.
¡Sensi!, cuánto te hemos echado de menos y a Pincher también, claro. ¡Contenta y feliz de tu vuelta!
Yo también tengo algunos tesoros guardados y, de vez en cuando, los desempolvo y me pongo melancólica. Pero es agradable recordar los instantes vividos 😉
Tengo intención de recuperar el tiempo perdido, menos mal que solo hay un cuento por semana, que si no me darían las uvas.
Deja los cuentos, ya tendrás tiempo durante los próximos 20 años. Lo que sí tienes que hacer es leer la entrada «Mini yo», que tenemos sorteo a la vista 😉
Ah vale, lo he visto por encima y no he entrado, me voy a informar.
😉 ¡Tú no puedes faltar a esto!
Me encantó la idea de los tesoros bajo el sofá y sobre todo esa forma tan original de hacer que los niños entiendan el valor de las cosas viejas.
un abrazo.
🙂 Hay cosas «viejas» que yo añoro. Quizá sea romanticismo, pero creo que los pequeños de hoy deberían experimentar ciertas vivencias y situaciones para apreciar valores como la paciencia, la meticulosidad… que quizá se han dejado un poco de lado. ¡Un abrazo, Borgeano!
Que bonito cuento, con que ilusión lo vive Irene y es recompensada por ello, me encanta besss
🙂 La ilusión de cuando niños parece que es tan grande, que al crecer seguimos recordándola. Pequeños detalles que nos hacen inmensamente felices, como a Irene 😉
Efectivamente, los tesoros valen tanto como uno los quiera hacer valer, sin tener en cuenta su valor real o material. Bonito y educativo, como siempre.
Saludos
🙂 Gracias por tu comentario, María. Los tesoros más valiosos suelen ser de poco valor material 😉
¡Un abrazo!
Hola te he nominado para: https://blogdethemis.wordpress.com/2016/08/26/como-inicie-el-blog-blogger-recognition-award/ Un abrazo
¡Muchas gracias! Ahora mismo voy a verlo. 🙂
¿Cara de pescado hervido? Me has matado ahí.
Del resto, qué puedo decir… Es un cuento muy tierno. Se ve más vida y sobre todo, se ve como íntimo y personal… Lleno de ternura…
¿Qué puedo decir?
Un beso.
😀 😀 😀 A mi me hizo mucha gracia lo de la cara de pescado hervido. A no ser que Noemí, la autora, nos diga lo contrario, para mí tener cara de pescado hervido sería algo así
http://1.bp.blogspot.com/-jYrzDdsrq1Q/UE8959wLWII/AAAAAAAAgQU/drFunuyraH8/s1600/Blobfish+pez+triste+mundo+criaturas+extra%C3%B1as+1.jpg
Vamos, que sin hervir, más o menos vendrías a tener una cara como la del pez gota 😀 😀 😀 😀 Al menos es eso lo que yo imaginé.
jejejje vaya cara de pescado cocida mas chula jejejeje
😀 😀 😀 ¡Seguro que ya estás pensando en alguna receta especial!
uyy seguro que las apariencias engañan y por dentro tiene chichita buena jejejeje
😀 😀 😀
Un precioso cuento que me ha hecho emocionar…No tuve abuelas ni abuelos pero escrbi montones de cartas de amor al pais de lo que se acaba. Gracias martes, comparto
🙂 «País de lo que se acaba» ¡Me encanta este nombre, Edda, seguro que está en Isla Imaginada y aún no lo he encontrado. ¡Investigaré!
Un abrazo grande.
¡Alucinante! Estaba leyendo e intentando descubrir qué era pero no lo he conseguido hasta que lo he leído. Tiene un toque de ternura tan grande este cuento que es perfecto 🙂
🙂 Eso es porque la persona que lo ha escrito, Noemí, seguro que ha dejado parte de su personalidad prendida en él y al leerlo se nota.
Al leerlo, a nosotros nos pasó lo mismo, paginasdenieve.
Además se llama igual que yo, así que por eso me habrá llenado tanto 😉
🙂 ¡Pues ya tienes un cuento!
Un cuento muy divertido y también diferente, felicidades a la escritora…. Besos
🙂 Como alguien ya ha comentado, es un cuento que tiene un poco de todo: misterio, ternura, sorpresa… ¡Gracias por leerlo y gracias por comentar! Un abrazo.
Qué precioso cuento, para mí también es uno de los más bonitos que te he leído. Esperemos que las garras de las madres «tíralotodo» no acaben nunca con los tesoros de debajo de los muebles. No creo, el caos suele tener mucha potencia y mucho potencial, también.
Cualquier día nos sorprendes tú con uno y haces la competencia a este tan precioso de Noemí.
Espero, como tú, que ninguna madre «tiralotodo» llegue a limpiar jamás por completo ese caos sorprendido y sorprendente en el alma infantil de sus hijos, así siempre quedará en ellos una chispita de imaginación que hará posible cuentos como este 😉
Gracias Martes! No sé por qué no me funciona el me gusta… hummmm! Pero sí, me gusta mucho saber que te gusta.
😀 😀 😀 Tu ordenador debe andar aún con jet-lag. ¡Un abrazo, Julie!
Diste en el clavo… :)))
😀 😀 😀
Iba a decir «¡El mejor cuento que te he leído!»… pero he parado a tiempo ¿Quién soy yo para valorar las obras de otro?
«Es el cuento que más me ha gustado de todos los que te he leído». Sí, eso sí puedo decirlo con rotundidad: ternura, empatía, sorpresa… un pequeño tesoro digno de ser conservado bajo el sofá.
Muchas gracias, Martes de cuento
🙂 Tu valoración es muy importante, porque eres una gran lectora 😉
Tal y como dices, el cuento de Noemí tiene todos los ingredientes para ser un gran cuento y, para nosotros, ha sido un auténtico lujo que nos dejara traerlo para compartirlo con todos vosotros. ¡Un abrazo y gracias por tu comentario! Seguiremos buscando cuentos especiales en Isla Imaginada 😉
Encantador y maravilloso tesoro! Feliz martes… de cuento 🙂
🙂 Tus visitas semanales también son uno de nuestros tesoros preferidos. ¡Gracias, Toni! Un abrazo y feliz martes de cuento 😉
Que quieres que te diga si de escribirte me olvido y según pasan los días me encuentro que llega el martes para que llenes de magia mis días tan aburridos jjjj
Besos
Si tu cabeza se olvida, ¡no pasa nada, querida! Otra semana ha pasado y, de nuevo, tu visita mucho nos has alegrado 🙂
¡Feliz cuento del martes mi querida marguimargui
¡Ah, aquellas cartas…! No había pensado en el sello como la varita para enviarlas. Pero reconozco que tenían una magia que no puede reproducir el correo electrónico.
🙂 Estoy de acuerdo contigo, ratón, la magia del papel no la tiene la pantalla.
Qué preciosidad de cuento. Felicidades!!!
🙂 Nos alegra que te haya gustado el cuento. Cuando lo leímos, a nosotros también nos encantó y le pedimos permiso a su autora, Noemí Pes, para compartirlo con todos vosotros. ¡Un abrazo y gracias por leer el cuento!
En el sofá yo guardaba
las piedrecitas del río,
y así llenaba el vacío
que por las sombras pasaba…
Y apenas sin decir nada
contemplaba esa belleza
que te infunde la certeza
de cada piedra en los ojos
luego, ponía cerrojos
y guardaba mi riqueza.
JS
Me ha encantado el cuento, porque refleja lo que somos y lo que tenemos y también lo que amamos. ¿Y quien no guarda su secreto debajo del sofá? Precioso.
¡Cómo te añoraba, Julie! Aunque me alegro muchísimo de que tu viaje a Colombia hay sido de cuento 😀 😀 😀
Y, como siempre, tu pincelada poética enriquece aún más los cuentos. ¡qué cierto! todos guardamos algún secreto bajo el sofá aunque algunos, como las pelusas de Miula, más vale no atesorarlos 😉 ¡Un abrazo!
Julia me encanta tu poema lo comparto en mi face
🙂 Los versos que Julie nos regala cada semana son oro puro.
¡Gracias por compartir!