
Ilustración: Reowyn
Esta historia pasó en un tiempo en el que los árboles eran universos y la humanidad aún los respetaba. Un tiempo en el que los hombres se sentaban bajo sus frondosas copas y escuchaban las historias que les contaban.
Pasó en un país en el que los árboles saludaban, agitando sus ramas, a la Luna que se escondía y al Sol que se asomaba. Se desperezaban lavando sus hojas somnolientas en ríos cristalinos y ofrecían sus frutos a todo aquel que tuviera hambre, sin pedir nada a cambio.
En ese tiempo y en ese lugar, vivió un árbol enorme. Era un manzano y su mejor amiga era una niña. Ambos, el árbol y la niña, se querían con locura.
Cada día, sin faltar jamás a su cita, la pequeña visitaba a su amigo y él la mecía en sus ramas, susurrándole al oído cuentos de piratas y ogros; de príncipes y princesas; de brujos, hechiceras y fantasmas.
La niña escuchaba embelesada y con su imaginación volaba hacia lejanos países, en los que vivía fascinantes aventuras.
Trepaba por el tronco del manzano y, acurrucada entre su fronda, se protegía de la lluvia si llovía o del calor del sol cuando abrasaba.
Pero un buen día, la niña no acudió a su cita. Dejó de ir a jugar con el árbol y olvidó sus historias.
Paciente, el manzano aguardó mucho tiempo su regreso, mientras en su tronco la tristeza iba formando arrugas.
Una mañana de primavera, la niña regresó. El árbol la saludó contento moviendo sus ramas:
—Te he echado de menos. ¿Vienes a jugar conmigo?
—No. He crecido. Ya no soy una niña para jugar con árboles. Te vengo a ver porque ahora me gustan otros juegos y necesito dinero para comprarlos.
—Lo siento, pero yo no tengo dinero.
—No, pero tienes manzanas. Si me las das, puedo venderlas y con lo que obtenga por ellas, podré comprar lo que quiero y seré feliz.
—Si vendiendo mis manzanas consigues la felicidad, tómalas, amiga mía.
La muchachada despojó al árbol de todos sus frutos y, sin mirar atrás, se alejó de allí. Vendió las manzanas y, durante un tiempo, fue feliz.
Se olvidó de su amigo y en el tronco del árbol, la tristeza dibujó más arrugas.
Pasaron algunos años, y un cálido día de verano la muchacha regresó junto al manzano. Al verla, el árbol se agitó y sus ramas crujieron de alegría:
—Te he echado mucho de menos. ¿Vienes a jugar conmigo?
—No tengo tiempo para juegos. Soy adulta, he formado una familia y debo trabajar duro para sacarlos adelante. Te vengo a ver porque necesito un lugar en el que vivir con comodidad.
—Lo siento, pero yo no tengo una casa.
—No, pero tienes muchas ramas. Si me das permiso para cortarlas, con ellas construiré mi hogar y seré feliz.
—Si cortando mis ramas consigues la felicidad, tómalas, amiga mía.
La mujer cortó todas las ramas del árbol y se marchó sin dar las gracias. Con ellas construyó una morada para albergar a su familia y, durante un tiempo, fue feliz.
La mujer, como antes, olvidó a su amigo y en la corteza del árbol la tristeza hundió nuevamente sus garras.
Un otoño la mujer regresó junto al árbol y él, al verla, se estremeció hasta las raíces:
—Te he echado mucho de menos. ¿Vienes a jugar conmigo?
—No puedo jugar, estoy envejeciendo y quisiera viajar antes de que sea tarde. Te vengo a ver porque necesito un barco.
—Lo siento, pero yo no tengo un barco.
—No, pero con tu tronco podría construir uno. Si me das permiso para serrarlo, con tu madera construiré una barca para surcar mares y ríos. Así seré feliz.
—Si serrando mi tronco consigues la felicidad, tómalo, amiga mía.
La mujer serró el tronco del viejo manzano y, sin despedirse, se alejó. Con la madera construyó una barca y, durante un tiempo, fue feliz.
Navegando los siete mares olvidó a su amigo y en el tocón del manzano se abrió una honda grieta de tristeza.
Se persiguieron las estaciones; se sucedieron muchas lunas; y un helado día de invierno, una anciana se acercó al lugar donde, tiempo atrás, floreciera el manzano:
—Si vienes a jugar conmigo, lo siento, pero ya no puedo ofrecerte nada, amiga mía. Ya no tengo tronco, ni ramas, ni manzanas.
—Ya soy muy vieja. No podría trepar por tu tronco, ni jugar entre tus ramas, ni morder tus frutos. Estoy muy cansada. Solo necesito un lugar en el que descansar.
—Entonces ven. Aún me quedan mis viejas raíces. Reposa tu cabeza sobre ellas y cierra los ojos, te contaré la historia de una niña y un manzano que un día…
FIN
Como siempre, muchas lecturas para este maravilloso cuento. Me quedo con el interés de la gente por su propio beneficio, sin agradecer siquiera. Besitos
Cierto, Óscar, nos miramos el ombligo y exigimos como si fuera lógico que los demás hicieran las cosas para tenernos contentos.
Pobrecito, hasta el final está junto a ella.
Un abrazo, Maribel 🙂
Muy bonito este cuento. Lastima la ceguera de la gente que explota la amistad sin pensar en la consecuencias.
Abusamos a menudo de la bondad y no nos paramos a pensar en quien nos echa una mano.
Un saludo 🙂
Cierto es lamentable, pero es así.Saludos.
🙂 Saludos.
Es una hermosa que nos lleva mucho a reflexionar sobre la vida y el comportamiento de cada uno! Gracias por compartirla con nosotros
Gracias a ti por acercarte a leerla y por comentar 🙂
Me alegra que te haya gustado.
Besos cuentista
😀 😀 feliz viernes.
El finde pinta de vicio
😀 😀 😀
Preciosa historia y precioso el dibujo que la ilustra. Gracias
Gracias a ti por dedicarnos tu tiempo y leer y comentar el cuento. ¡Un abrazo!
Reblogueó esto en DISFRUTANDO DE LAS LETRASy comentado:
COMPARTO ESTA HISTORIA QUE ME GUSTO MUCHO POR SU MENSAJE, DE QUE NO TODO ES MATERIAL
Muchas gracias por hacer volar los cuentos.
Un gran abrazo.
sutil hermoso y aleccionador especial para dar a conocer a jóvenes en que todo es material, y yo me siento como el manzano estoy en la etapa que todavía tengo el tronco y lo demás ya lo he dado y no valoran solo les interesa sus necesidades
La juventud, en general, lleva en sí el egoísmo, pero todo lo que ahora das, lo recordarán con cariño toda la vida.
Un abrazo 🙂
Nos enseña tantas cosas este cuento! Me hiciste recordar un peral que tenía frente a mi casa y me subía a él a inventarme historias, y curioso, a veces miraba al cielo y pensaba que el cielo era el mar y el peral mi barco… Tal vez porque vivía tierra adentro y no conocía el mar y cuando un cuento te hace recordar tu infancia es, sin duda, un buen cuento. El peral todavía existe y lo abrazo recordando los sueños… Gracias por la adaptación. De lujo.
La niña tuvo un manzano
y con él se hizo mujer;
más, no supo agradecer
a un amigo tan cercano
que siempre le dio su mano
sus frutos y su madera,
esperaba que volviera…
ya le había dado todo
y hasta le buscó acomodo
para enraizar su manera.
Julie Sopetrán
Te imagino, como la pequeña de la ilustración, con la cara llena de asombro volando muy lejos. Y llegaste lejos, Julie, pero tu regresaste junto a tu árbol, junto a tus raíces y tu generosidad es como la del manzano, ofreciéndonos el fruto de tus poemas semana a semana.
Un beso grande.
Tus palabras me emocionan. Se lo diré a mi peral mañana cuando vaya a pasear con mi perro Roco. Gracias amiga. Besos.
🙂 Un plan perfecto: pasear por la naturaleza junto a un buen amigo peludo. Un abrazo de jueves, Julie.
Mucho llorar con este cuento :’-( … Ella pudo sembrar otros manzanos, haber traído a sus hijos y a su esposo a pasar tardes de juegos y comer manzanas, haber hecho una casita cerca del Manzano … árbol noble, mujer ingrata.
La naturaleza nos ofrece mucho y los humanos abusamos de ella sin medida.
En general, los hombres explotan los recursos sin pensar en nada más que en su conveniencia 🙁
🙁 los humanos somos de lo último ¿ Y ahora cómo cambiar toda la estructura económica que está creada en función de esos abusos destructivos?
Si tuviéramos la respuesta a esa pregunta, el mundo sería un lugar más habitable para todas las especies 🙂
No conozco ni reconozco el cuento original, así que tu versión es para mí la única y la mejor. Parece, según vamos leyendo, que nos sorprende la actitud de la niña según pasan por ella los años, y quizá aún más la actitud complaciente y generosa del manzano. Pero ambos forman parte de nuestra vida ordinaria en la que posiblemente no nos cueste tanto reconocer a la niña pero sí al manzano, sin embargo hay tantos que como él pasan desapercibidos…
Gracias una vez más. Y un fuerte abrazo.
Te doy la razón en que por nuestra vida pasan desapercibida muchas cosas y personas que nos ayudan y a las que, sin embargo, nunca les damos las gracias o les reconocemos lo que han hecho por nosotros.
Me alegra que te haya gustado la versión que hemos escrito.
Un beso grande.
Hace mucho tiempo atras, con los scouts yo cantaba esta canción. Más tarde, al dedicarme a los cuentos lo volvi a encontrar y des de entonces es uno de los cuentos que siempre que puedo recito en mis sesiones.
Me gusta mucho!!
🙂 La canción no la conozco, Quim. Seguro que en tus sesiones de cuentos tienes mucho éxito con esta historia. A mi siempre me ha encantado y veo que a ti también.
Un cuento para la reflexión que se puede relacionar con muchas situaciones de la vida. Me conmovió. Besos. 🙂
🙂 Gracias, Carmen. Como dices, aunque la lectura principal es la naturaleza y su abuso por parte de las personas, se puede leer el cuento de muchas formas.
Un beso y gracias por leer el cuento 🙂
Bonito cuento de la niña y el manzano
recorriendo estaciones:
invierno, primavera, verano…
El tiempo pasó deprisa y
a la niña se le fue la mano.
Manzanas, ramas, astillas,
tronco para construir un barco
que llegó tan lejos tan lejos
que navegó hacia ningún lado.
¡Saludos en martes!
¡Muchas gracias por tu precioso comentario, Manuel!
Y cierto, navegó a ninguna parte y aun así, el manzano siguió a su lado.
! Feliz martes y feliz semana!
Madre mía menuda lección nos da el maravilloso árbol!! Los niños son los que ofrecen el amor desinteresadamente. Ya se sabe: Por el interés te quiero Andrés, o árbol en este caso. Menos mal que los cuentos de los martes nos devuelven a la infancia y con ella al amor incondicional. Feliz semana!!!
El amor de los niños, como todo en ellos, es desinteresado y precioso. Sin duda, la mejor edad es, o debería ser, siempre la infancia.
Un abrazo, querida amiga.
Cuanto amor desinteresado y no correspondido … 🙁
Gracias una vez más por no faltar a la cita de los martes <3
🙂 Gracias a ti por estar siempre cerca, Toni. Un abrazo inmenso.
La generosidad de la naturaleza y el egoísmo del hombre. ¿Puede haber algo más triste?
Buen cuento, como siempre. Un saludo.
Sí, es triste, pero tengamos esperanza, quizá algún día la humanidad comprenda convivir con la naturaleza y no enfrentarse a ella.
Un saludo.
Reblogueó esto en Directas & Indirectas.
Ohhh, qué bonito. Los árboles son muy generosos.
Tú has escrito cosas preciosas sobre árboles 🙂 los árboles son los seres vivos más generosos, me parece 🙂
Relaciones imposibles de mantener, pero a las que siempre regresas.
Besos
Siempre hay múltiples lecturas de los cuentos y tú hoy aportas una nueva perspectiva. Gracias, marguimargui 🙂
Será wue me pilló abierta de mente mi martes de cuentos
🙂 creo que sueles tenerla así. De ti se podrán decir muchas cosas, pero jamás que tengas la mente cerrada. Un beso muy grande.
Jsjaja sr me da bien parecer Jajahaha
Paradójicamente, estoy haciendo un MOOC de Proyectos y todo el afán es que los niños aprendan a manejar las TIC.
No digo que no sean importantes. Pero, si se olvidan del contacto con la naturaleza, los artefactos digitales no valdrán para nada.
Ya sabes que eso mismo creo yo. La tecnología es fantástica, imprescindible y beneficiosa, pero hay muchas más cosas importantes que no hay que perder de vista ni olvidar 🙂
Como siempre, gran moraleja. Para reflexionar. Besos.
Gracias por leer el cuento, Lurda55. Muchos besos también para ti.
Me gustó. Lo compartí en Facebook. Bs.;-)
Muchísimas gracias, lurda55, por compartir. Un abrazo.
Una ilustración preciosa, muy interesante. Mi enhorabuena a la ilustradora. Un texto bonito, aunque salgamos tan mal parados los humanos… (con bastante razón, por otro lado). ¡Gracias! ^___^
🙂 La humanidad es contradictoria, capaz de actuar desinteresadamente o con un egoísmo inmenso.
Gracias por leer el cuento. La ilustración es preciosa y parece hecha a medida para esta historia 🙂
¡Cuanta generosidad la del árbol! Me quedé esperando que la niña de grande volviera con su propia hija y la subiera a las ramas del manzano, como ella lo había hecho en su infancia. Eso antes de hacer de su tronco un barco. Después ya no sabía qué esperar. ¡Muy buen cuento!
Me alegro de que, a pesar de que esperaras otro desenlace, te haya gustado el cuento.
Seguramente, su hija tendrá su propio manzano, porque la historia siempre sigue adelante 🙂
Me gustaría rebloguear tu entrada. Cómo puedo hacer? Primera vez que lo hago. Gracias.
Solo tienes que darle al botón con el logo de WordPress que encontrarás al final del cuento.
Gracias por tu interés. Feliz martes de cuento.