
Ilustración: andreaga13
Había una vez, en el reino de Moladovia, una reina y un rey que tenían una única hija.
La princesa era malísima y –como si esto fuera poco– también fea como el sarampión.
—¡No puede ser! —chillaban los soberanos cuando nadie los veía—. ¡Las princesas de los cuentos son siempre buenas y hermosas!
Cerca del palacio, vivía la bruja Cunegunda, madre —claro está— de una brujita. Pero de una brujita distinta de todas las conocidas… Era muy, muy bondadosa y —como si esto fuera poco— una estrella de linda.
—¡No puede ser! —pataleaba Cunegunda cuando nadie la veía— ¡las brujas de los cuentos son siempre malvadas y horribles!
Cierto día, apareció una fantástica carroza en las calles de Moladovia, tirada por diecinueve caballos negros. Se detuvo frente a la plaza principal del reinado. Enseguida, bajó de ella un corpulento erizo uniformado y tocó la trompeta.
Cuando casi todos los habitantes de Moladovia llenaron la plaza y sus alrededores, el erizo plantó un cartel junto a la carroza. En el cartel decía:
Al rato, se formó una larguísima hilera de muchachas. Hasta la propia princesa esperaba turno. Lo raro era que estaba en último lugar, furiosa y protestando por lo bajo, ya que hasta allí la habían conducido sus padres casi a la rastra, decididos a librarse de la hija tan insoportable. Ella se había dado cuenta y ni loca pensaba darles el gusto. Estaban convencidos de que el poderoso príncipe la elegiría, después de rechazar a las demás. (Aunque mala y repelente, era una verdadera princesa, ¡ja!).
Pero ocurrió que hasta la princesa fue rechazada, al igual que los cientos de chicas que se habían presentado. Y había sido el erizo quien —tras consultar misteriosamente por un agujerito de la carroza— anunció que Mi señor dice que con esta no, con esta tampoco, con esta menos… y con aquella menos que menos…
De este modo fueron descartadas todas las aspirantes a novia, hasta la mismísima princesa de Moladovia.
La bruja Cunegunda —encaramada en la copa de un árbol y muerta de risa— observó la increíble escena. Imaginaba que pronto sería rica a costillas de su hija.
—Puaj —murmuraba— la condenada sí que es buenísima y hermosa, ¡aj!
Entonces, empujó a la brujita para que se acercara a la carroza.
Casi a las patadas la condujo, porque su hija no quería saber nada de casarse con alguien a quien no conocía, por más potentado príncipe de Ulitania que fuese. Por eso —cuando estuvo frente al erizo— le susurró, en un cortajeado hilito de voz:
—Yo no deseo ser la esposa de tu príncipe… Nunca lo vi… Cómo puedo amarlo si no sé cómo es… Además… la verdad… soy una brujita… Y se echó a llorar.
En el mismo momento en que la pobre se echó a llorar, un relámpago alumbró carroza y erizo. Y la carroza se partió en gajos, se hizo humo y su sitio lo ocupó un enorme globo de gas, listo para partir. Y el erizo se transformó en invisible y en su lugar apareció un dulce muchacho que le dijo a la brujita, ante el asombro de todos:
—Amor mío, ¡por fin volvemos a encontrarnos…!
Sin entender nada, la brujita parpadeó durante unos instantes. Ya se secaba las últimas lágrimas cuando —de repente— recordó algo y se arrojó a los brazos del joven. Gritaba, mientras repetía:
—Sí, sí, sí; recuperé la memoria, mi vida; ya recuerdo… ¡Nos encantaron!
—Nos separaron en otro cuento y… —agregaba él— …nos convirtieron en erizo y bruja y nos mandaron a este…
Entonces, se tomaron de las manos y subieron al globo.
Antes de despegarse de la historia a la que no pertenecían, se despidieron del gentío que los rodeaba y que los miraba con las bocas abiertas, sin comprender ni mu de lo que estaba sucediendo.
—Chau… Adiós… Hasta nunca jamás… —exclamaban a dúo—. ¡Ahora vamos a inventar nuestro cuento, nuestro cuento!
El globo se elevó por los aires, llevándose a los felices novios.
—¡No puede ser! —afirmó el reino de Moladovia entero.
Pero sí; pudo ser. Por eso, llegamos a un colorín-colorado desprincipado, deserizado y desembrujado.
FIN
Era la chica mas buena del barrio y un principe la rescato! Un principe que la concia y la reconocio!!!
Dulcisimo cuento Martes
Un cuento que nos enamora, Edda, como todos los de Elsa Bornemann.
Un gran abrazo y felices lecturas.
¡Lo qué no suceda en un cuento! La fantasía nos permite crear los más increíbles personajes y las más fantásticas historias ¡Ojalá tuviéramos la varita mágica para hacer desaparecer los malos de la vida real y mandarlos por siempre al infierno! Saludos cuenteros
Esa varita quizá aún no se ha inventado, pero con un poco de imaginación, tal vez la podamos construir entre todos. No perdamos la esperanza 😉
Un gran abrazo de cuento.
La fantasía no tiene límites, ni siquiera los que se han construido en los arquetipos de los cuentos. Gracias por contarnos, una vez más, que hasta lo increíble es posible. Que todo puede transformarse, y que hasta los embrujos pueden destruirse. Un abrazo en la distancia, un agradecimiento en la cercanía del corazón.
Muchas gracias, querida Olga. La magia de los grandes escritores siempre nos acompaña y en los cuentos de Elsa Bornemann la descubrimos siempre.
Por muchas lecturas más que nos sirvan para acercar los corazones.
Un gran abrazo lector.
Qué maravilla nos has regalado hoy!!!!!!
Gracias y feliz martes 🙂
Nos alegra infinito que hayas disfrutado con la lectura de este pequeño gran cuento.
Un gran abrazo, Toni.
fantástico cuento nunca dejo de asombrarme con cada cuento de los Martes …felicidades por trasportarnos a un lugar de magia cada semana . besitos
Los cuentos son esas pequeñas joyas que nos acompañan durante toda la vida. Nos alegra saber que los martes tienen el don de hacer volar hasta la maravillosa Isla donde la Imaginación todo lo puede.
Millones de abrazos.
Feliz semana lectora.
A más de uno nos gustaría cambiar de cuento tal y como están hoy las cosas.
Besitos
Si no podemos cambiar de cuento, al menos los martes nos olvidamos un rato de la realidad que, en ocasiones, puede ser terrible.
Un abrazo lector y feliz semana de cuento.