
Ilustración: DeepBlueNine
En una montañosa comarca, entre todos los que allí habitaban, gozaba de gran fama y de prudente y parca sabiduría un enorme asno, ya bastante entrado en años, cuya conducta intachable era adornada con la rara virtud del silencio. Esto, además de hacerlo simpático, lo distinguía de los demás miembros de su familia, cuyo áspero rebuzno jamás pudo alcanzar ni un modesto accésit en las academias de canto.
Por esta discreción innata fue que un día, durante una asoladora gripe que azotó la región, los animales resolvieron pedir al reputado cuadrúpedo su consejo salvador y decisivo y, de este modo, poner remedio al común mal que los afligía.
Los recibió el docto asno con aire sonriente y bondadoso en el cual se transparentaba su acendrada modestia, y les dijo después de escucharlos con atención:
—Amigos…, el caso tiene…, como es natural…, una solución… pero me la reservo… Sería mejor que consultaran ustedes con el sabio Doctor Humano… Yo mismo los acompañaré a su consulta…
La asamblea de afligidos animales en pleno, encabezada por el sabio asno, se encaminó hacia la residencia semicampestre del afamado médico, ante cuyo saber se inclinaba, reverente y sumiso, todo el país (¡y parte del extranjero!).
Paciente y magnánimo, el docto galeno escuchó las cuitas de aquellos pobres bichos enfermos y, entonces, con cariñoso desdén, les aconsejó:
—El caso, queridos animalitos míos, no entra dentro de mi jurisdicción. Es de carácter tan local y tan propio de vuestra pequeña comarca, que sería preferible que pidierais la opinión de algún nativo de ella. ¿No habéis consultado allí con alguien?
—Sí; hemos pedido el parecer de nuestro convecino más preeminente, el asno, aquí presente, pero él…
—Bien… —rebuznó el aludido. Y bajó la cabeza como ruborizado.
—Y… bien… —añadió el sabio doctor.
—Y bien —los interrumpió un zorro viejo, con mal disimulada ironía—, es mejor volvernos a nuestro valle y curarnos con nuestros propios medios…
Porque aquí, amigos, a lo que discurro,
y sin querer a nadie hacer agravio,
el burro con callar quiere ser sabio,
y el sabio por no errar imita al burro.
FIN